lunes, 7 de abril de 2014

Cárceles para todos y todas.

Según cifras oficiales, desde 2007 a la fecha, aumentó más de un 20% la población carcelaria; de la cual más de la mitad se encuentra sin condena y un 64% pertenece a la franja etaria de los 18 a 34 años. Fríos números que continúan en creciente ascenso en este modelo de industrialización diversificada con inclusión social. No por nada la última Emergencia de Seguridad decretada por el gobernador Daniel Scioli planifica la construcción de 8 alcaldías y 4 unidades penitenciarias en la provincia de Buenos Aires, de donde provienen la mitad de los reclusos. El relato de la inclusión social a través de la educación y generación de nuevas oportunidades hacen agua ante las estadísticas represivas del Estado para quienes quedan excluídos del sistema u optan y/o son obligados a delinquir por la estructura corrupta de penitenciarios, policías, fiscales, jueces y funcionarios que se financian del narcotráfico, desarmaderos, trata de personas y otros delitos. Sólo el 7% de los cautivos ha terminado la educación secundaria mientras que el 65 % concluyó la escuela primaria. Únicamente el 37% participa de algún programa de educación formal. Un 80% al momento de ingresar al penal se encontraba desocupado (o trabajaba a tiempo parcial) y jamás participó de un programa de capacitación laboral. Un 45% de la población carcelaria se encuentra encerrada por robo y/o tentativa de robo (o sea, que ejerció violencia contra la cosa o víctima del hecho), un 20% por homicidio (en su mayoría dolosos), un 10% por infracción a la Ley 23.737 de drogas (la mayoría perejiles o mulas), otro 10% por violaciones y delitos contra la integridad sexual, un 9% por hurto y/o tentativa de hurto (generalmente del tipo escruche) y el resto en delitos menores contra las personas, presos políticos, étc. En la cárcel, donde el desviado debería ser rehabilitado para volver y respetar las reglas de convivencia de la sociedad, por el contrario, es marginado y hacinado a las peores condiciones humanas, volviendo a delinquir con mayor escuela y virulencia si logra sobrevivir a la experiencia, torturas y vejaciones. En tiempos que se debate un Nuevo Código Penal o la implementación o no de la mano dura, no se ha escuchado ninguna propuesta para cambiar o modificar la problemática carcelaria que arrastra décadas de decadencia en nuestro país. Deuda pendiente de una sociedad ombliguista que reacciona ante las consecuencias y no las causas del delito.

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